la cara de pícara he inocente que las mujeres suelen poner para conquistas al hombre. El padre Juan al fin y al cabo hombre cayó en la tentación. Cayó y bien profundo, porque el padre no sólo se entregó en cuerpo sino también en alma. De las otras parroquias había salido por cosas de faldas, pero había tropezado otra vez con la misma piedra. Los amantes tenían su horario. Joaquina salía de su casa a las ocho de la noche y entraba por la puerta de atrás de la iglesia. Todo el, pueblo de arriba lo sabía a pesar del delito, que Hera en aquellos tiempos iba tan campante y contenta, con paso firme. Ella ya tenía llave de la puerta trasera de la iglesia no miraba a ver si alguien la veía. Qué mas daba. No es que el pueblo de arriba la espiara pero ella salía de la iglesia como a las cinco de la mañana e iba a dormir toda la mañana a su casa. No tenía que preocuparse de trabajar, pues el sepillo de la iglesia las de la iglesia pagaban su comida. Por la tarde se acercaba a la iglesia directo al confesionario, ahí seguro le decía al padre Juan su pecado al oído.
Pero bueno, todo algún día termina, de una u otra manera. Y la bella Joaquina se cansó de su juguete y lo abandonó. Al pueblo de arriba había llegado un cacique muy poderoso, y a pesar de no ser guapo ni español, también atraía a las mujeres. Por su dinero Así que Joaquina tenía que agregarlo a su colección y el pobre padre Juan se quedó sin su sabroso bocado de perita en durzada que la guapa Joaquina le proporcionaba. A sin que el pobre padre Juan cayó en una profunda depresión, y se bebía el vino de las misas por las noches y las misas de las ocho de la mañana ya no eran siempre a las ocho como antes… Algunas veces llegaba el……………………. .cacique con Joaquina del brazo a misa, y sonreía ahora con la soberbia del poder y la maldad.
El padre Juan, herido en su orgullo y traicionado por la mujer que amaba, un día fue a retar al cacique. Nadie lo vio, pero si escucharon al padre Juan gritando a medianoche y a un furibundo cacique que salía y respondía. A los mamporros del padre Juan. La pelea, estuvo reñida. El padre Juan deportista, pegaba lo suyo. El cacique acostumbrado hacer lo que quería pegaba duro también. Joaquina sólo miraba asustada y complacida la pelea. El padre Juan asestaba un par de golpes y recibía tres. Pero ahí estaba y no caía. La gente pensaba que iban a salir los matones a sueldo del cacique pero parece que este cacique sí era de los que tenían un poco de honor, y además, tenía que derrotar con sus propias manos al padre Juan ante todo el pueblo de arriba que le estaba mirando aunque desde antes de la pelea ya estaba derrotado,
La pelea se extendió hasta las dos de la madrugada, cuando al fin el padre Juan cayó al suelo. Joaquina se apresuró a darle un beso a su héroe y a mirar con desprecio al pobre padre Juan caído. la verdad que el cacique no le. Caía bien en el pueblo de arriba ni en el bar del pueblo pero siempre que esta el había bebida gratis. El padre Juan también era buena gente, pero alborotaba mucho y eso estaba más mirado. Dos semanas después de su derrota seguía magullado y algunas mujeres se turnaban para cuidarlo. Dos meses después, le llegó la carta de traslado a otra parroquia. Pero se supone que donde fuera ahora no se formaría mancho alboroto porque el desprecio de su amada se había llevado su juventud y su energía. Había adelgazado mucho, de tanto darle vuelta ala cabeza pues siempre estaba pensativo. En su lugar vino un viejito cura, de esos que algunas bese hacen el bien sin meterse en nada.
Joaquina y su cacique salieron del pueblo una madrugada, un par de años después, en un mercedes rojo. En el camino, a pocos kilómetros del pueblo, de arriba, en un arrollo fueron asaltados robados y apaleados y… YO MISMO
jueves, 2 de abril de 2009
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