
En el pueblo de arriba había un hombre muy virtuoso que fue injustamente acusado de un asesinato. En realidad el verdadero acecino era una persona muy influyente en el pueblo y por eso desde el primer momento se procuró un conejillo de india para encubrir al culpable. El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría poca o ninguna oportunidad de escapar al terrible veredicto... El Juez también compinchado cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo por ello dijo al acusado: Conociendo tu fama de hombre justo y cavar lo vamos a dejar en manos del destino, vamos a escribir en dos papeles separados las palabras culpable o inocente. Tú escogerás tu propio destino."Por supuesto el mal funcionario había preparado dos papeles con la misma leyenda culpable y la pobre víctima aún sin conocer los detalles se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No había escapatoria. El Juez le ordeno al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Éste respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos minutos con los ojos cerrados y cuando la sala comenzaba ya a impacientarse abrió los ojos y con una extraña sonrisa tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca se lo comió rápidamente.Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente. Pero qué has hecho ahora Cómo vamos a saber el veredicto. Es muy sencillo respondió el hombre. Es cuestión de leer el papel que queda y sabremos lo que decía el que me tragué YO MISMO
1 comentario:
¡¡¡que bueno¡¡ que bueno¡¡¡ penso rapido el pobre hombre y menos mal¡¡
un beso
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