sábado, 25 de junio de 2016

Cuando una parte del ejército francés se apoderó a principios de este siglo de la histórica Toledo, sus jefes, que ignoraban el peligro a que se exponían en las poblaciones españolas diseminándose en alojamientos separados, comenzaron por habilitar para cuarteles los más grandes y mejores edificios de la ciudad.
     Después de ocupado el suntuoso alcázar de Carlos V, echóse mano de la Casa de Consejos: y cuando ésta no pudo contener más gente, comenzaron a invadir el asilo de las comunidades religiosas, acabando a la postre por transformar en cuadras hasta las iglesias consagradas al culto. En esta conformidad se encontraban las cosas en la población donde tuvo lugar el suceso que voy a referir, cuando una noche, ya a hora bastante avanzada, envueltos en sus oscuros capotes de guerra y ensordeciendo las estrechas y solitarias calles que conducen desde la Puerta del Sol de Zocodover, con el choque de sus armas y el ruidoso golpear de los cascos de sus corceles, que sacaban chispas de los pedernales, entraron en la ciudad hasta unos cien dragones de aquellos altos, arrogantes y fornidos de que todavía nos hablan con admiración nuestras abuelas.


    Mandaba la fuerza un oficial bastante joven, el cual iba como a distancia de unos treinta pasos de su gente, hablando a media voz con otro, también militar, a lo que podía colegirse por su traje. Éste, que caminaba a pie delante de su interlocutor, llevando en la mano un farolillo, parecía servirle de guía por entre aquel laberinto de calles oscuras, enmarañadas y revueltas.
    _Con verdad _decía el jinete a su acompañante_, que si el alojamiento que se nos prepara es tal y como me lo pintas, casi sería preferible arrancharnos en el campo o en medio de una plaza.
    _¿Y qué queréis, mi capitán?  _contestole el guía que efectivamente era un sargento aposentador_.    En el alcázar no cabe ya un gramo de trigo, cuando más un hombre; San Juan de los Reyes no digamos, porque hay celda de fraile en la que duermen quince húsares. el convento adonde voy a conduciros no era mal local, pero hará cosa de tres o cuatro días nos cayó aquí como de las nubes una de las columnas volantes que recorren la provincia, y gracias que hemos podido conseguir que se amontonen por los claustros y dejen libre la iglesia.
    _En fin _exclamó el oficial_, después de un corto silencio y como resignándose con el extraño alojamiento que la casualidad le deparaba; más vale incómodo que ninguno. De todas maneras, si llueve, que no será difícil según se agrupan las nubes, estaremos a cubierto y algo es algo.
Interrumpida la conversación en este punto, los jinetes, precedidos del guía., siguieron en silencio el camino adelante hasta llegar a una plazuela, en cuyo fondo se destacaba la negra silueta del convento con su torre morisca, su campanario de espadaña, su cúpula ojival y sus tejados desiguales y oscuros.
    _He aquí vuestro alojamiento _exclamó el aposentador al divisarle y dirigiéndose al capitán, que después que hubo mandado hacer algo a la tropa, echó pie a tierra, tornó al farolillo de manos del guía y se dirigió hacia el punto que éste le señalaba.
    Comoquiera que la iglesia del convento estaba completamente desmantelada, los soldados que ocupaban el resto del edificio habían creído que las puertas le eran ya poco menos que inútiles, y un tablero hoy, otro mañana, habían ido arrancándolas pedazo a pedazo para hacer hogueras con que calentarse por las noches.
Nuestro joven oficial no tuvo, pues, que torcer llaves ni descorrer cerrojos para penetrar en el interior del templo.
    A la luz del farolillo, cuya dudosa claridad se perdía entre las espesas sombras de las naves y dibujaba con gigantescas proporciones sobre el muro la fantástica sombra del sargento aposentador, que iba precediéndole, recorrió la iglesia de arriba abajo, y escudriñó una por una todas sus desiertas capillas, hasta que una vez hecho cargo del local mandó echar pie a tierra a su gente, y hombres y caballos revueltos, fue acomodándola como mejor pudo.
Según dejamos dicho, la iglesia estaba completamente desmantelada; en el altar mayor pendían aún de las altas cornisas los rotos jirones del velo con que le habían cubierto los religiosos al abandonar aquel recinto; diseminados por las naves veíanse algunos retablos adosados al muro, sin imágenes en las hornacinas; en el coro se dibujaban con un ribete de luz los extraños perfiles de la oscura sillería de alerce; en el pavimento, destrozado en varios puntos, distinguíanse aún anchas losas sepulcrales llenas de timbres, escudos y largas inscripciones góticas; y allá a lo lejos, en el fondo de las silenciosas capillas y a lo largo del crucero, se destacaban confusamente entre la oscuridad, semejantes a blancos e inmóviles fantasmas, las estatuas de piedra, que, unas tendidas, otras de hinojos sobre el mármol de sus tumbas, parecían ser los únicos habitantes del ruinoso edificio.
    A cualquier otro menos molido que el oficial de dragones, el cual traía una jornada de catorce leguas en el cuerpo, o menos acostumbrado a ver estos sacrilegios como la cosa más natural del mundo, hubiéranle bastado dos adarmes de imaginación para no pegar los ojos en toda la noche en aquel oscuro e imponente recinto, donde las blasfemias de los soldados que se quejaban en voz alta del improvisado cuartel, el metálico golpe de las espuelas, que resonaban sobre las anchas losas sepulcrales del pavimento, el ruido de los caballos que piafaban impacientes, cabeceando y haciendo sonar las cadenas con que estaban sujetos a los pilares, formaban un rumor extraño y temeroso que se dilataba por todo el ámbito de la iglesia y se reproducía cada vez más confuso, repetido de eco en eco en sus altas bóvedas.
Pero nuestro héroe, aunque joven, estaba ya tan familiarizado con estas peripecias de la vida de campaña, que apenas hubo acomodado a su gente, mandó colocar un saco de forraje al pie de la grada del presbiterio, y arrebujándose como mejor pudo en su capote y echando la cabeza en el escalón, a los cinco minutos roncaba con más tranquilidad que el mismo rey José en su palacio de Madrid.
    Los soldados, haciéndose almohadas de las monturas, imitaron su ejemplo , y poco a poco fue apagándose el murmullo de sus voces.
A la media hora sólo se oían los ahogados gemidos del aire que entraba por las rotas vidrieras de las ojivas del templo, el atolondrado revolotear de las aves nocturnas que tenían sus nidos en el dosel de piedra de las esculturas de los muros, y el alternado rumor de los pasos del vigilante que se paseaba envuelto en los anchos pliegues de su capote, a lo largo del pórtico.

miércoles, 22 de junio de 2016

Parte primera
En la cual se trata del principio de caballería

isminuyeron la caridad, la lealtad, la justicia y la verdad en el mundo. Y comenzaron la enemistad, la deslealtad, la injuria y la falsedad; y por esto cundió el error y la perturbación en el pueblo de Dios; el cual pueblo había sido ordenado para que Dios sea amado, conocido, honrado, servido y temido por el hombre.
      
Cuando en el mundo cundió el menosprecio de la justicia por disminución de caridad, fue preciso desde un principio que la justicia retornase por su honor, mediante el temor.
      Por esto fueron hechos milenarios en todo el pueblo, siendo escogido y elegido, entre los mil que formaban el milenario, el que fuese más amable, y más sabio, más leal, más fuerte, de más noble ánimo, de mejor instrucción y de mejores costumbres que los demás.
       También fue buscada entre todas las bestias la más bella, la más ágil y que con más nobleza pueda sostener el trabajo; pues debía ser la más conveniente para el servicio del hombre. Y porque el caballo es la bestia más noble y más conveniente para el servicio del hombre, fue elegido el caballo entre todas las bestias y fue entregado al hombre elegido entre mil. Y por esto este hombre elegido es llamado caballero.
      Cuando se hubo entregado la más noble bestia al hombre más noble, fue también conveniente que se escogieran y eligieran las armas que sean más nobles y más eficaces para combatir y defender al hombre de heridas y de la muerte. Y se entregaron estas armas al caballero, y éste se las apropió.
      A quien quiera, pues, entrar en el orden de caballería, le conviene meditar y pensar en sus nobles principios; y conviene que la nobleza de su ánimo y su buena educación concuerden y convengan con el principio de la caballería.
      Por esto también es inconveniente que el orden de caballería reciba en sus honras a sus enemigos, o a los que por su modo de ser y de obrar son contrarios a sus principios.
      El amor y el temor se convienen contra el desamor y el menosprecio; y por esto conviene que el caballero, por la nobleza de su ánimo y buenas costumbres, y por un honor tan alto y tan grande como el que se le ha hecho por elección, por el caballo y las armas, sea amado y temido de las gentes; y que por el amor que recibe, devuelva caridad y ejemplo; y por el temor que causa, devuelva verdad y justicia.
      6. El varón, en cuanto tiene más buen sentido y es más inteligente que las hembras, también puede ser mejor que las mujeres. Porque si no fuese tan poderoso para ser bueno como la mujer, seguiríase que bondad y fuerza de naturaleza serían contrarias a bondad de ánimo y buenas obras. Por donde, así como el hombre por su naturaleza, se halla en mejor disposición de tener noble valor y ser más bueno que la hembra; del mismo modo se halla también mejor preparado que la hembra para hacerse malo. Y esto es precisamente para que, por su mayor nobleza y valor, tenga mayor mérito, siendo bueno, que la mujer.

lunes, 20 de junio de 2016


Querida Mamá,
En la distancia que nos embarga en está ocasión, déjame expresarte unas cuantas palabras:
Primero, déjame decirte que te amo, ¡te amo! Y sé sin lugar a dudas, que con el tiempo, las aventuras de la vida, y la montaña rusa de los sentimientos, cada día te amaré más.
En segundo lugar, perdóname, por no saber utilizar las palabras adecuadas, por si algún momento de mi vida no logré hacer que tu corazón sonriera como te lo mereces.
En tercer lugar, mamá; te perdono por las palabras que en algún momento pudieron salir de tu boca causándome dolor, te perdono por la distancia que a veces he sentido, y por esas cosas que están mal sin estarlo. El amor cubre las faltas, las mías y las tuyas, y pese a todo, entre tú y yo siempre habrá mucho amor.
En cuarto lugar, pero no menos importante, mamá te amo aún más por la hermosa mujer que eres, por la hermosa gracia, fortaleza y sabiduría que reflejas. Te amo por tu entrega, por tu paciencia y por tu amor.
Que tus días estén siempre llenos de bendición, y que la vida siempre te dé amor así como yo espero dártelo también. Gracias por ser parte de la mujer que soy, y gracias por tu vida, este día y todos los días

miércoles, 15 de junio de 2016

Contigo cielo, volvi a creer una vez mas, dandole fuerza a mi corazon, a mi alma, a mi ser,

Sólo te pido que no cambies , que sigas asi , con tus alegrias , con tus risas , con tu ternura ya no me quedan palabras que salgan de mis pensamientos, para describir ,lo que por ti yo siento.

domingo, 5 de junio de 2016

_Capitán, idos con Dios, y dispensad que, acusado, dudara de vuestro honor. Tornó Martínez la espalda con brusca satisfacción, e Inés, que le vio partirse, resuelta y firme gritó: _Llamadle, tengo un testigo. Llamadle otra vez, señor Volvió el capitán don Diego, sentose Ruiz de Alarcón, la multitud aquietose y la de Vargas siguió: _Tengo un testigo a quien nunca faltó verdad ni razón. _¿Quién? _Un hombre que de lejos nuestras palabras oyó, mirándonos desde arriba. _¿Estaba sobre un balcón? _No, que estaba en un suplicio donde ha tiempo que expiró _¿Luego está muerto? _No, que vive. _¡Estáis loca, vive Dios! _¿Quién fue? _El Cristo de la Vega, a cuya faz perjuró. Pusiéronse en pie los jueces al nombre del Redentor, escuchando con asombro tan excelsa apelación. Reinó un profundo silencio de sorpresa y de pavor, y Diego bajó los ojos de vergüenza y confusión. Un instante con los jueces, don Pedro, en secreto, habló, y levantose diciendo con respetuosa voz: "_La ley es ley para todos; tu testigo es el mejor, mas para tales testigos no hay más tribunal que Dios. Haremos... lo que sepamos; escribano, al caer el sol al Cristo que está en la Vega tomaréis declaración."[...] Está el Cristo de la Vega la cruz en tierra posada, los pies alzados del suelo poco menos de una vara; hacia la severa imagen un notario se adelanta, de modo que con el rostro al pecho santo llegaba. A un lado tiene a Martínez,

miércoles, 1 de junio de 2016

Mi querido amor Hace un días que no escribo unas letras para ti, y eso es imperdonable: sé que esperas mis carta y no tengo derecho de privarte de la felicidad que mis letras te dan. Estas letras tienen algo de lluvia, algo de gris y todo me lo anuncia el cielo y el sol que se va pronto. Mientras escribo estas letras escucho música que me envuelve y me lleva hasta donde estás tú. Cierro mis ojos y trato de tocarte, de sentir tus manos sobre mí y hoy quiero escribirte algo diferente. No quiero extrañarte, quiero soñar y pensar que estás conmigo. Quiero estar loco hoy, pues te necesito, te extraño tanto que hasta me falta el aire. Me refugio en mi sueño, pues allí te puedo besar y no dejaría que el tiempo pasara, detendría los relojes del mundo para que sólo quedáramos tú y yo sin tiempo, sólo amándonos. Hoy no te quiero sentir lejos, mi amor. Hoy no quiero extrañarte, estoy muy solo y quiero tenerte conmigo, quisiera que las distancias no existieran. Hoy es un tiempo extraño, es un tiempo de extrañar más que en otros tiempos, y no quiero. Quiero hacer locuras, tapar los calendarios, no quiero nada que nos diga lo lejos que estamos me comprendes