Usaba poner cabe sí un jarrillo de vino
cuando comíamos, y yo muy de
presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar. Mas
durome poco, que en los tragos conocía la falta, y, por reservar su vino a
salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa
asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja
larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metUsaba poner cabe sí un jarrillo de vino
cuando comíamos, y yo muy de
presto le asía y daba un par de besos callados y tornábale a su lugar. Mas
durome poco, que en los tragos conocía la falta, y, por reservar su vino a
salvo, nunca después desamparaba el jarro, antes lo tenía por el asa
asido. Mas no había piedra imán que así trajese a sí como yo con una paja
larga de centeno que para aquel menester tenía hecha, la cual, metiéndola
en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches. Mas,
como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en
adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas y atapábale
con la mano, y así bebía iéndola
en la boca del jarro, chupando el vino, lo dejaba a buenas noches. Mas,
como fuese el traidor tan astuto, pienso que me sintió, y dende en
adelante mudó propósito y asentaba su jarro entre las piernas y atapábale
con la mano, y así bebía
viernes, 15 de julio de 2016
miércoles, 13 de julio de 2016
miércoles, 6 de julio de 2016
Un hombre estaba perdido en el
desierto, destinado a morir de sed. Por suerte, llegó a una cabaña
vieja, desmoronada sin ventanas, sin techo. El hombre anduvo por ahí y
se encontró con una pequeña sombra donde acomodarse para protegerse del
calor y el sol del desierto. Mirando a su alrededor, vio una vieja bomba
de agua, toda oxidada. Se arrastró hacia allí, tomó la manivela y
comenzó a bombear, a bombear y a bombear sin parar, pero nada sucedía.
Desilusionado, cayó postrado hacia atrás, y entonces notó que a su lado
había una botella vieja. La miró, la limpió de todo el polvo que la
cubría, y pudo leer que decía: “Usted necesita primero preparar la bomba
con toda el agua que contiene esta botella mi amigo, después, por favor
tenga la gentileza de llenarla nuevamente antes de marchar”.
El hombre desenroscó la tapa de la
botella, y vio que estaba llena de agua… ¡llena de agua! De pronto, se
vio en un dilema: si bebía aquella agua, él podría sobrevivir, pero si
la vertía en esa bomba vieja y oxidada, tal vez obtendría agua fresca,
bien fría, del fondo del pozo, y podría tomar toda el agua que quisiese,
o tal vez no, tal vez, la bomba no funcionaría y el agua de la botella
sería desperdiciada. ¿Qué debiera hacer? ¿Derramar el agua en la bomba y
esperar a que saliese agua fresca… o beber el agua vieja de la botella e
ignorar el mensaje? ¿Debía perder toda aquella agua en la esperanza de
aquellas instrucciones poco confiables escritas no se cuánto tiempo
atrás?
Al final, derramó toda el agua en la
bomba, agarró la manivela y comenzó a bombear, y la bomba comenzó a
rechinar, pero ¡nada pasaba! La bomba continuaba con sus ruidos y
entonces de pronto surgió un hilo de agua, después un pequeño flujo y
finalmente, el agua corrió con abundancia… Agua fresca, cristalina.
Llenó la botella y bebió ansiosamente, la llenó otra vez y tomó aún más
de su contenido refrescante. Enseguida, la llenó de nuevo para el
próximo viajante, la llenó hasta arriba, tomó la pequeña nota y añadió
otra frase: “Créame que funciona, usted tiene que dar toda el agua,
antes de obtenerla nuevament
martes, 5 de julio de 2016
había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí. El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó la situación, asegurándose que el animal no se había lastimado. Pero, por la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, creyó que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó entonces la difícil decisión de decirle al capataz que sacrificase el animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.
Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía en el animal este la sacudía y se iba acumulando en el fondo, posibilitando al caballo para ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino al contrario, estaba subiendo hasta que finalmente consiguió salir.
Si estás "allá abajo", sintiéndote poco valorado, y otros lanzan tierra sobre ti, recuerda el caballo de esta historia.Sacude la tierra y sube sobre ella.
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